ADVIERTEN
Precauciones
Estatinas. Una revisión aboga por limitar el uso de estatinas en mayores de 65
Naiara Brocal Carrasco
Correo Farmacéutico, 1 de julio de 2013
Expertos consultados por CF señalan que la edad debe ser un factor para considerar el balance beneficio-riesgo de estos medicamentos, que no han demostrado en este grupo de pacientes una eficacia en la prevención primaria.
A pesar del alto consumo de estatinas, y de la sucesión de estudios que en los últimos tiempos abogan por una utilización aún mayor en la prevención de eventos cardiovasculares, una revisión publicada en el último número de Australian Prescriber destaca que habría que limitar el consumo de estos hipolipemiantes en mayores de 65 años, por su menor eficacia y mayores efectos secundarios. La edad, coinciden los expertos consultados por CF, debe ser un factor a considerar y un motivo para una reevaluación constante del beneficio-riesgo de utilizar estos medicamentos.
En España, los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en marzo arrojan un consumo de hipolipemiantes entre los mayores de 65 de algo más del 34 por ciento, sin apenas diferencias por sexos. Aunque no especifica por familias, las estatinas coparían la mayoría de prescripciones.
Eficaces tras un evento CV
A partir de esta edad, las estatinas han demostrado su eficacia en la prevención secundaria de la enfermedad cardiovascular. No está tan claro su papel en la prevención primaria, según la revisión. Félix Miguel García, del Grupo de Utilización de Fármacos de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), puntualiza que a partir de los 70 “los datos disponibles no apoyan la utilización de estatinas”.
En prevención primaria, Arantza Viamonte, del Centro de Información del Medicamento del Colegio de Farmacéuticos de Navarra, afirma que el tratamiento “podría beneficiar sólo a pacientes coronarios varones con riesgo cardiovascular elevado”. No sólo en ancianos, tampoco estaría justificado su uso en las mujeres, destaca.
Marcadores subrogados, como el colesterol LDL o el colesterol total, deberían interpretarse con cautela ya que tendrían un impacto menor en el riesgo de enfermedad cardiaca a medida que la edad avanza, por lo que no se justificaría la agresividad farmacológica. Además, la revisión australiana expone que en la prevención de la enfermedad cerebrovascular se habría asociado a una reducción en el ictus isquémico recurrente pero a un incremento en el hemorrágico.
Otro aspecto es el escaso, o incluso nulo beneficio, que se obtendría de usar dosis más altas y estatinas más potentes. Su eficacia en la prevención secundaria del infarto de miocardio agudo y muerte sería un efecto de clase, con el subsiguiente aumento de efectos secundarios. El jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital La Paz (Madrid), Francisco Arnalich, expone que desde que British Medical Journal publicara en 2003 un metaanálisis que demostraba que el efecto beneficioso se lograba con la mitad de dosis que en el adulto joven, no se han publicado nuevos datos que contradigan esta premisa.
Por otra parte, los principales efectos adversos (como miopatía, elevación de transaminasas y diabetes) serían dosis-dependientes, expone García. Por tanto, y en virtud de la seguridad, “aunque las fichas técnicas no recomiendan ajustar dosis en los ancianos, los cambios fisiológicos aconsejan prudencia al respecto.
Impacto en la discapacidad
Y es que, aunque son fármacos considerados muy seguros, no están exentos de efectos secundarios. La revisión pone el acento en los de tipo muscular, como la mialgia, la miositis y la rabdomiolisis, por su impacto en las personas mayores que serían más vulnerables por su mayor fragilidad, su impacto en la discapacidad y el incremento asociado al uso concomitante de otros medicamentos. García destaca que hay que tener en cuenta estos efectos secundarios por su impacto en la adherencia.
Viamonte resalta que son fármacos seguros si se emplean a las dosis adecuadas, pero que el temor a los efectos musculares genera de por sí incumplimiento, como se demostró con un estudio aparecido en 2008 que analizaba el periodo inmediatamente posterior a la retirada de la cerivastatina por razones de seguridad. “Se halló una reducción en el uso de estatinas por parte de pacientes con síndrome coronario agudo, que no afectó a los betabloqueantes y los IECA”.