En medio del desconcierto de los científicos ante la avalancha de críticas a menudo inmerecidas, The Guardian reconstruye la historia detrás de los éxitos y fracasos de la vacuna.
En enero de 2020, cuando la mayor parte del mundo dormía profundamente ignorando la pandemia que se avecinaba, un grupo de científicos de la Universidad de Oxford se puso a trabajar en una vacuna para salvar al planeta. Querían que fuera muy eficaz, barata y fácil de usar, incluso en los países más pobres.
La profesora Sarah Gilbert, el profesor Andrew Pollard y otros lo lograron. Con una velocidad crucial, la diseñaron y comenzaron a probarla antes de contratar a un socio comercial. La compañía farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca lo fabricaría, otorgaría licencias en todo el mundo y no obtendría ganancias hasta que concluyera la pandemia.
Fue una cruzada inspirada, idealista y filantrópica; sin embargo, durante el último año han sido atacados por todos lados. Es como si la vacuna, a medida que fueron interviniendo los políticos, los reguladores, el público y la prensa, hubiera pasado de ser la heroína a convertirse en irrelevante.
Han salido tantas cosas mal, y la gente bien intencionada de Oxford y AstraZeneca ha recibido tantos golpes, que no es de extrañar que se pregunten si han sido víctimas de una campaña deliberada de desinformación. Parece que sí lo han sido. Existe clara evidencia de que la vacuna Oxford, y otras vacunas, han sido el objetivo de los rusos, que venden desinformación para promover su propia versión, Sputnik V.
Tanto en Oxford como en AstraZeneca, cuya relación se ha mantenido firme bajo la tensión extraordinaria, hay desconcierto por los desastres y la avalancha de críticas. “Todo el mundo atribuye un motivo oscuro a todo lo que hacemos”, dijo un informante de la empresa.
Sir John Bell, profesor de medicina en Oxford y asesor de ciencias de la vida del gobierno, que ha estado involucrado con la vacuna desde el principio, dice que les han querido hacer daño. “Por supuesto que la vacuna no es perfecta… Teníamos muy claro y sabemos que la vacuna puede generar eventos adversos, como creo que sucede con todas las vacunas, para ser honesto. Pero nuestra vacuna ha sido el centro de atención y la gente simplemente no suelta el tema”.
“Hay una larga historia de problemas con esta vacuna. Y es difícil atribuirlo a una sola cosa, y creo que es justo decir que tal vez no hemos manejado las noticias negativas lo bien que podríamos haberlo hecho. Pero somos algo nuevos en este juego [y] no hubo nada de engañoso en lo que hicimos. Quizás no nos ofrecimos para entablar un diálogo”.
The Guardian, hablando con expertos y conocedores, ha reconstruido la historia interna de la caída en desgracia de la vacuna. No ha habido un solo enemigo que haya escogido a Oxford/AstraZeneca como diana. En cambio, es una historia de diferencias culturales y políticas, de malentendidos y errores. En el fondo es una historia muy humana, que presenta a personas que se comportan mal, o que defienden sus propios intereses, en medio de una pandemia aterradora.
La pareja rara
La unión de los idealistas científicos de la Universidad de Oxford con las grandes farmacéuticas fue un factor contribuyente importante, y fue esta fusión de mentes y dinero, idealismo y pragmatismo lo que puso a la vacuna Oxford/AstraZeneca en un camino lleno de obstáculos.
“AstraZeneca no es realmente conocida como una empresa especializada en vacunas”, dijo la Dra. Penny Ward, profesora de medicina farmacéutica en el King’s College de Londres, que ha pasado toda su vida en la industria. “Además, no mucho antes, habían cerrado toda su división de antiinfecciosos”. Eso significaba que AstraZeneca apenas tenía relación con las enfermedades infecciosas.
Se había querido establecer un acuerdo con el gigante farmacéutico estadounidense Merck & Co, conocido como MSD fuera de EE UU y Canadá, que sí tiene una enorme división de vacunas. Pero se dice que el secretario de salud del Reino Unido, Matt Hancock, lo frenó porque no había garantía de que Gran Bretaña tuviera prioridad para utilizar las vacunas cuando las dosis estuvieran disponibles.
Cuando AstraZeneca se involucró, los científicos de Oxford ya habían organizado los primeros ensayos. Eso significa, dijo Ward, que los estudios no se adaptaron a las necesidades de los reguladores de la forma en que las grandes compañías farmacéuticas lo hubieran hecho.
“Hay cosas que puedes hacer como académico, y para un académico que piensa científicamente todo parece perfectamente racional, pero en realidad no tiene mucho sentido en términos de desarrollo de fármacos”, dijo. “De hecho, existe una diferencia entre la ciencia académica y el desarrollo de un producto que vas a vender en el mercado”.
Pasaron dos cosas que más adelante causarían serios problemas con los reguladores. Oxford tuvo un acercamiento extremadamente cauteloso con las personas mayores, y optó por reclutar mayoritariamente a personas menores de 60 años para los primeros ensayos clínicos que se hicieron en el Reino Unido.
En segundo lugar, hubo una falla en la producción de las vacunas que se utilizaron en los estudios. Un contratista suministró accidentalmente medias dosis, según Sir Mene Pangalos de AstraZeneca, quien dirigió la investigación cuando la empresa se incorporó al proyecto. Al darse cuenta, los investigadores académicos se lo dijeron a la Autoridad Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) del Reino Unido, y obtuvieron el visto bueno para continuar con dos dosis fuertes para ver qué sucedía.
Cuando se obtuvieron los resultados de los ensayos, resultó que los voluntarios que recibieron media dosis seguida de una dosis completa obtuvieron más protección, hasta el 90%, en comparación con el 62%.
Pangalos lo describió como una casualidad. A los organismos reguladores como la FDA no les gustan las casualidades. Les gusta la previsibilidad y la ausencia de sorpresas. La rareza de la información sembró dudas en la FDA.
Y la explicación de Oxford/AstraZeneca del 90% de eficacia resultó ser incorrecta. Aquellos que recibieron las dosis más bajas también habían dejado pasar más tiempo entre las dos inyecciones. Resultó que eso fue lo que mejoró el resultado. Como sabemos ahora, la estrategia de retrasar la segunda dosis dio sus frutos en el Reino Unido, pero fue poco ortodoxa.
La FDA se quedó recelosa. Ya se había quedado desconcertada por los efectos secundarios en los ensayos.
A los reguladores no les gustan las sorpresas
En septiembre pasado, se informó que dos personas habían sufrido mielitis transversa – daño en la vaina de mielina que protege la médula espinal. Ahora nadie piensa que se tratara de lesiones relacionadas con las vacunas. Pero la FDA no creía haber recibido una alerta lo suficientemente pronto. Mientras que otros reguladores suspendieron los ensayos durante unos días, en EE UU tardaron dos meses en reiniciarse, mientras la agencia exigía más información.
La noticia del contratiempo se había filtrado desde dentro de EE UU, donde los comentaristas atacaron a AstraZeneca. Ed Silverman, del influyente Stat News, escribió una carta abierta a Pascal Soriot, director ejecutivo de AstraZeneca, en su columna Pharmalot View el 9 de septiembre. “Me preocupa su compromiso con la transparencia”, escribió, acusando a la empresa de no ser sincera con el público.
“Cualesquiera que sean sus razones, creo que hizo lo incorrecto”, dijo. “En medio de una pandemia, cuando todo el mundo, literalmente, espera tener una vacuna útil en un futuro cercano, todos tienen que adivinar qué salió mal y qué podría significar”.
Al día siguiente, el New York Times comentó que “muchos detalles sobre la suspensión del ensayo clínico y del evento que la desencadenó siguen siendo turbios”.
En AstraZeneca, estaban desconcertados. En los estudios de medicamentos oncológicos que habían presentado a la FDA, nunca se les había pedido que rindieran cuentas al público por lo que estaban haciendo. No era así como funcionaba normalmente la industria farmacéutica.
Cuando finalmente, en marzo, se informaron los resultados de los ensayos clínicos en EE UU, los altos ejecutivos de AstraZeneca pensaron que todo iría bien. Informaron buenos resultados: 79% de eficacia contra la enfermedad sintomática y 100% contra las muertes. Apenas habían tenido tiempo de descorchar un champán cuando el mundo volvió a ponerse patas arriba. Expertos de EE UU los acusaron de manipular los datos para aparentar un resultado más favorable.
La junta de monitoreo de seguridad de datos CMSD (o Data and Safety Monitoring Board DSMB) emitió un comunicado acusándolos de publicar cifras “potencialmente engañosas”.
Nacionalismo de las vacunas
Fue algo sin precedentes. El CMSD normalmente no se comunica con el público. Pero esta vez lo hicieron, sin previo aviso. Más Adelante, los Institutos Nacionales de Salud, encabezados por el Dr. Anthony Fauci, intervinieron. “Instamos a la empresa a trabajar con el CMSD para revisar los datos de eficacia y garantizar que sean lo más precisos y actualizados posibles, y que se hagan públicos lo antes posible”, dijo en un comunicado.
Fauci apareció en Good Morning America y describió el problema de los datos como “un error… este tipo de cosas no hace más que generar algunas dudas”. Los científicos de Oxford y AstraZeneca se quedaron asombrados por el ataque. Trabajaron día y noche para actualizar las cifras. Al agregar los datos más recientes, la eficacia general bajó del 79% al 76%, una diferencia muy pequeña y en realidad aumentó la eficacia en el grupo de mayor edad del 80% al 85%. La vacuna de AstraZeneca aún no ha sido autorizada en EE UU.
Quienes están cerca del asunto dicen que el nacionalismo puede haber jugado un papel en debilitar a la vacuna de Oxford.
Pero también existe una brecha cultural. La FDA espera que los datos sean muy claros. El regulador del Reino Unido estaba dispuesto a pensar de forma distinta.
Problemas de producción
Si bien en EE UU se interrumpieron los ensayos, el año nuevo no le trajo mejor suerte a AstraZeneca en Europa. En enero, la empresa reveló que tenía problemas de producción en una fábrica de Bélgica. La Unión Europea había comprado 400 millones de dosis, y los primeros 90 millones se esperaban para marzo. AstraZeneca dijo que solo podría entregar 40 millones, y luego 30 millones, durante el primer trimestre.
Soriot insistió en que sólo habían prometido hacer sus “mejores esfuerzos” para entregar las dosis a tiempo. Pero la presidenta de la Comisión de la UE, Ursula von der Leyen, fue a la guerra e insistió en que Europa tenía derecho a las dosis fabricadas en el Reino Unido, en virtud de su contrato con AstraZeneca.
Algunos en Oxford y en la compañía farmacéutica creen que la disputa se agravó por las tensiones del Brexit, ya que los británicos se jactaban de su programa de vacunación. A medida que aumentaba la frustración, la comisión amenazó con impedir que las vacunas Pfizer/BioNTech fabricadas en Europa se exportaran al Reino Unido, y la policía italiana allanó una planta farmacéutica erróneamente sospechosa de almacenar vacunas destinadas a Gran Bretaña. Bruno Maçães, exministro en Europa de Portugal, lo calificó como posiblemente “el día más embarazoso de la historia de la UE”.
Eficacia en mayores de 65 años
Otro gran problema ya había sacudido la confianza del público. El 25 de enero, un periódico de negocios en lengua alemana, Handelsblatt, publicó una noticia en primera plana. “Aparentemente, la vacuna AstraZeneca no es eficaz en las personas mayores”, decía el titular. La eficacia en los mayores de 65 años, el grupo de edad con mayor riesgo de morir por Covid, fue solo del 8%, afirmaba el artículo. Las fuentes de Handelsblatt no estaban en el gobierno alemán. Sus periodistas habían estado hablando con reguladores y asesores de vacunas. La cifra resultó ser inexacta y sacada de contexto.
En los primeros ensayos había muy pocas personas mayores, porque los académicos de Oxford no querían exponerlas a riesgos. Y si el ensayo tiene una muestra muy pequeña, los resultados no son confiables. Simplemente no había pruebas suficientes para demostrar qué tan bien funcionaba la vacuna en los mayores de 65 años. Handelsblatt reconoció que había muy pocos datos, pero esto se perdió en las siguientes líneas.
En cuestión de días, Stiko, el panel asesor de vacunas de Alemania dijo que no recomendaría la vacuna para los mayores de 65 años porque no había evidencia de que funcionara en ese grupo de edad. En Francia, el presidente Macron dijo que la vacuna fue “casi ineficaz” en los mayores de 65 años. En cuestión de semanas, Macron se vio obligado a decir públicamente que él mismo recibiría la vacuna, y a principios de marzo Francia la había aprobado para los mayores de 65 años. Pero el daño ya estaba hecho.
Bell dice que solo se pueden obtener datos limitados de los ensayos de vacunas; hay que ver qué sucede “en la práctica. Los estudios son diferentes, las poblaciones de ensayos clínicos son diferentes, el tipo de virus al que las personas están expuestas es diferente. Los resultados son todos diferentes. Y, sin embargo, en toda Europa hubo muchos de estos pequeños comités de expertos que decían: ‘Oh Dios, no puedes usarla en los mayores de 50 años, oh Dios, no puedes usarla en los menores de 50 años. No puedes usarla en absoluto. Bueno, tal vez podrías usarla si estás boca abajo, bebiendo un batido’. Fue increíble”.
Eventualmente, los datos que surgieron tras aplicar las vacunas demostraron que la vacuna funcionó muy bien en las personas mayores. Pero también reveló un problema grave en una pequeña minoría de personas jóvenes. El 7 de marzo, Austria suspendió el uso de un lote de la vacuna después de que una mujer de 49 años muriera y otra de 35 años sufriera trastornos sanguíneos graves poco después de recibir la vacuna.
A medida que los casos de Covid seguían aumentando, la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) dijo que los beneficios superaban los riesgos, pero inició una investigación. El primer caso de la profesora Marie Scully fue reportado en el hospital University College de Londres, en el Reino Unido, el fin de semana del 6 al 7 de marzo. Una mujer joven y saludable de unos 30 años tenía coágulos de sangre en el cerebro y niveles bajos de plaquetas. “Fue muy inusual”, dijo Scully, una hematóloga. “Usamos vacunas toda nuestra vida. ¿Por qué la vacuna AZ causaría repentinamente esta situación?”
Pero lo hizo, dictaminaron finalmente la EMA y la MHRA, aunque solo en cuatro casos por cada millón de vacunados. Para muchos países europeos fue suficiente para restringir el uso de la vacuna.
Rusia se inmiscuye a través del Internet
Los problemas mundiales se vieron agravados por la desinformación en el mundo virtual, sembrada por intereses estatales prorrusos que tenían una vacuna propia que promover. Sputnik V fue diseñada por el Instituto de Investigación Gamaleya, parte del Ministerio de Salud y fue financiada por el Fondo de Inversión Directa de Rusia, un fondo soberano encabezado por Kirill Dmitriev.
Dmitriev bautizó al producto AstraZeneca como “la vacuna del mono” porque utiliza un virus del chimpancé como vector viral. En octubre pasado, desde cuentas anónimas en línea se publicaron memes, videos y fotos de King Kong inyectando a una mujer que gritaba y de Boris Johnson como parte del elenco del “planeta de los simios”, y se volvieron virales.
Un informe del organismo de control de la UE, el servicio de acción exterior encontró que entre diciembre y abril, la desinformación se intensificó. “Rusia y China, en particular, continúan promoviendo intensamente sus propias vacunas de producción estatal en todo el mundo”. Los acusó de seguir “una lógica de juego de suma cero” diseñada para socavar la confianza en las vacunas de fabricación occidental, las instituciones de la UE y las estrategias de vacunación occidentales.
AstraZeneca no fue el único objetivo, pero el catálogo de desastres ofreció a los intereses rusos y a sus representantes nuevas oportunidades para promover la Sputnik V y avivar las divisiones sociales. Hay sugerencias de que los intereses del Kremlin esperaban sembrar la disconformidad en toda Europa, desestabilizando a Alemania y Francia en particular. Ciertamente, quienes están detrás de Sputnik y RT, el canal de televisión estatal ruso, han amplificado las voces de los antivacunas y antibarbijos en Europa y EE UU, ganando especial tracción en Francia.
Para los científicos de Oxford y AstraZeneca, que buscan dar sentido a todos los problemas que los han afligido, es un tema personal.
La mayoría de los críticos y defensores de la vacuna están de acuerdo en una cosa: quienes la desarrollaron, los fabricantes e incluso el gobierno británico, deberían haber salido a defenderla. Pensando que estaban salvando al mundo, ni a Oxford ni AstraZeneca se les ocurrió que debían ser proactivos. También coinciden en que el mundo, especialmente el mundo en desarrollo necesita esta vacuna.
El Dr. Peter Hotez, codirector del Centro Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas (Texas Children’s Center for Vaccine Development), citó tres cuestiones que habían salido muy mal. “La primera: AstraZeneca no es una empresa de vacunas. La segunda, están tratando de acelerar esto en medio de una emergencia de salud pública. La tercera, existe esta rara complicación, la trombosis cerebral, y se produce en un ambiente donde hay una intensa presión antivacunas. Y ahora hay informes del gobierno ruso intentando desacreditar a las vacunas de sus competidores.
“Ha sido una tormenta perfecta… Tienen que encontrar la forma de comunicar lo sucedido para encontrar la forma de arreglarlo”.