Desde primeros de enero de 2020 los canales de noticias han publicado gran cantidad de información sobre el desarrollo y los ensayos clínicos con las diferentes vacunas para prevenir el Covid 19 que se están testando en muchos países. Los ensayos clínicos son experimentos, y en este caso son experimentos en humanos, pero pocas veces se describen como tal, posiblemente porque es más fácil reclutar o quizás porque es más corto referirse a ellos como ensayos clínicos. Por diversas razones, en los experimentos con las vacunas Covid 19 se han alterado algunas de las reglas científicas establecidas desde hace muchos años.
La urgencia de las circunstancias, el elevado número de personas que contrajeron el virus, la sobresaturación de los hospitales por pacientes con síntomas graves, que a veces persisten durante periodos prolongados, y el alarmante número de muertes en algunos países como EE UU, ha provocado que se acelere el proceso científico de desarrollo de las vacunas. Así, por ejemplo, se han iniciado los ensayos clínicos de fase 3 antes de que se terminaran de analizar los datos de la fase 2. El número de sujetos que ha participado en estudios de fase 3 ha sido insuficiente para poder determinar los niveles de efectividad de las vacunas según sexo, grupo de edad o presencia de comorbilidades. Los indicadores de éxito de las vacunas no han sido uniformes, no siempre se ha estudiado si evitan muertes, hospitalizaciones, ingresos en unidades de cuidados intensivos, o casos graves de la enfermedad; por lo que algunos se preguntan si se podrían haber aprobado vacunas que solo evitan casos leves de Covid. Ninguno de los ensayos clínicos ha determinado si las vacunas disminuyen la transmisibilidad de la infección. Las muestras de los estudios también han ido evolucionando: algunos estudios solo han incluido a unos 30.000 participantes, en el caso de la vacuna de Janssen, subsidiaria de Johnson & Johnson, originalmente se había programado incluir 60.000, pero durante el estudio se decidió reducir en casi una tercera parte y se reclutaron 43.300.
El reclutamiento es la parte del ensayo que lleva más tiempo, de ahí la necesidad de reducir el número de participantes, y con eso han quedado lagunas importantes de conocimiento. Además, como los patrocinadores de los estudios no han compartido los datos, los resultados que han reportado no han podido ser validados por terceros.
Acelerar el reclutamiento de los sujetos para la experimentación y del personal auxiliar que se necesita para recolectar datos puede tener un impacto negativo en los resultados del ensayo clínico. Además, si por presiones de tiempo se recolecta la información y analizan los datos en menos tiempo del necesario, se aumentan la posibilidad de cometer errores. Todos estos problemas se incrementan cuando los ensayos se hacen en países de medianos y bajos ingresos (PMBI) o por investigadores o coordinadores de estudio con experiencia limitada en este tipo de estudios, o que tiene que subcontratar a otras empresas con las que no ha trabajado previamente. Por ejemplo, la vacuna que ha desarrollado Janssen se ha ejecutado en ocho países, siete de ellos PMBI.
Para marzo de 2021, la FDA había aprobado para uso de emergencia tres vacunas de tres empresas: Moderna, Pfizer y Johnson and Johnson. En EE UU el proceso de vacunar hasta el momento ha sido caótico. La posibilidad de que surjan problemas en el manejo de vacunas que hasta hace unos días se decía que había que mantener en refrigeradores especiales a temperaturas extremadamente bajas -80ºC and -60ºC (-112ºF to ‑76ºF), algo sin precedentes, como la de Pfizer, añade complicaciones en su distribución y dispensación.
Estas tres vacunas se han desarrollado en un tiempo record. Sin duda, la rapidez responde a un desarrollo científico significativo de la industria farmacéutica y a la gran inversión pública. Pero quizás se ha cruzado la línea roja del velocímetro. Kennett C. Frazier, CEO de Merck, una empresa que ha comercializado cuatro de las siete nuevas vacunas que se han desarrollado en los 25 últimos años, cuestionó si era realista poner una vacuna para la covid-19 en el mercado en 12 o 18 meses. Para él este tiempo era “muy arriesgado”. En el caso de las vacunas, hacen falta “ensayos clínicos muy grandes” que se llevan a cabo a lo largo de meses o años. Y añadió: “Si de lo que se trata es de que miles de millones de personas usen la vacuna, hay que estar seguro de que es lo que hace la vacuna” [1].
A parte del desarrollo científico que facilita avanzar más rápidamente en el desarrollo de medicamentos y vacunas, la realidad política de EE UU en el año 2020 ha jugado un papel muy crítico en el desarrollo veloz de las vacunas para la covid-19. En nuestra opinión aún mayor que los avances científicos. Si en el 2020 no hubiera habido una elección presidencial muy única en la historia moderna del país, el desarrollo de las vacunas hubiera sido más lento y hubiera seguido los principios científicos tradicionales que se supone debe custodiar la Food and Drug Administration (FDA).
Un gobierno ‘inteligente’, orientado por salubristas hubiera dirigido a la ciudadanía hacia un comportamiento preventivo, en vez de promover el uso de productos peligrosos o sin valor curativo. Como es conocido, el presidente de EE UU y sus directivos violaban a diario las normas preventivas que hubieran disminuido significativamente el contagio y la mortalidad.
Los ataques continuos del gobierno de Trump a los científicos y a las instituciones científicas del país crearon un gran desconcierto. En vez de desarrollar estrategias para disminuir la transmisión y mortalidad, lo que hubiera añadido meses adicionales al desarrollo de las vacunas de acuerdo a la normativa científica que se ha desarrollado durante décadas, el gobierno caudillista de Trump exigía la aprobación de vacunas antes de las elecciones (noviembre 2020) para asegurar su re-elección.
R. Abrahamson, A.L. Johnson, L.M. Nagao, y S. Lyapustina, han presentado los cambios que se han producido en la implementación exprés de los ensayos clínicos de las vacunas para la covid-19 [2]. Una de las limitantes del análisis de estos autores es que no han tenido en cuenta que los ensayos clínicos se han realizado en muchos PMBI. A pesar de ello es un estudio útil que a continuación analizamos críticamente.
¿Qué ha cambiado durante el Covid-19?
Por otra parte, no parece que se han dado muchos cambios en el reclutamiento. Quizás hay una tendencia a reclutar cada vez más en PMBI. Pero es un cambio que empezó hacia 1980, y se ha ido acelerando con los años.
Abrahamson et al. [2] sugieren “que hay modelos emergentes para el reclutamiento más amplio de sujetos, donde las personas podrían ser asignadas a diferentes ensayos para diferentes tipos de tratamientos (por ejemplo, vacunas, terapias); y hablan de la importancia de la colaboración público-privada para aumentar y mejorar el reclutamiento y la comunicación”.
No hemos podido identificar estos modelos emergentes, ni se puede vislumbrar que haya una colaboración público-privada, a no ser que se refieran a la enorme cantidad de dinero que el gobierno de EE UU ha trasferido a las farmacéuticas y a la ayuda que los Institutos Nacionales de Salud ha aportado al desarrollo de la vacuna producida y comercializada por Moderna. Por otra parte, sí hemos visto que los gobiernos de América Latina, en donde se han experimentado varias de las vacunas de EE UU y de otros países, se han limitado a permitir que el ensayo se ejecute en los países y en general han aceptado todas las condiciones que les impusieron las empresas. Los países de altos ingresos, a cambio de sus grandes aportaciones a la industria privada, se han asegurado un monto de vacunas, sin negociar previamente los precios. Este tipo de negociación tiene dos problemas: (1) en el caso de las enfermedades transmisibles, solo estaremos seguros si todos los ciudadanos del mundo tienen acceso a las vacunas – y ahora parece que más de tres cuartas partes de las vacunas se distribuirán en los países donde reside un 20% de la población; y (2) el valor bursátil de las empresas que han desarrollado vacunas ha aumentado tremendamente, y los miembros de sus mesas ejecutivas y los ejecutivos que reciben acciones como parte de su paquete de compensación, han recibido miles de millones al vender sus acciones, sin antes asegurar el acceso de la población mundial a las vacunas que necesitamos y a veces vendiéndolas a precios inasequibles. Valga decir que esto es un mecanismo legal, pero en el fondo es una transferencia de fondos públicos a bolsillos privados
Los autores [2] comentan que “durante la pandemia, las agencias reguladoras [FDA y EMA] han realizado importantes esfuerzos para adaptarse a las nuevas restricciones, como por ejemplo, publicaron reglas para aumentar la flexibilidad, e hacieron auditorías de los sitios de fabricación a través de visitas virtuales”. Hay que tener en cuenta que las visitas de la FDA, tanto fuera de EE UU como en el país, habían disminuido mucho por falta de recursos.
Por otra parte:
“… la divergencia de requisitos por región, que siempre ha existido hasta cierto punto, puede haber aumentado porque los Estados [de EE UU] están introduciendo algunas reglas de manera unilateral. Incluso en situaciones en las que las reglas se emiten a nivel federal (por ejemplo, en los EE UU) o a nivel regional (por ejemplo, en la UE), a menudo se interpretan de manera diferente en los distintos Estados. La armonización siempre ha requerido un esfuerzo deliberado, colaboración y negociaciones, pero las circunstancias de la actual crisis de salud pública aún no han brindado el tiempo y la oportunidad para identificar y luego reducir estas nuevas divergencias emergentes”.
Durante estos meses también se han dado retrasos en entregas y dificultades para encontrar nuevos proveedores. Es necesario establecer nuevos acuerdos técnicos, lo cual implica retrasos en el proceso de desarrollo y producción.
Otros desafíos en curso
Abrahamson y sus colaboradores [2] hacen una buena descripción de otras sorpresas que aparecieron durante la pandemia y algunas las encontramos preocupantes:
Nos parece que, dada esta realidad, esos métodos no se deberían usar en PMBI. Si se han usado habría que considerar si las vacunas deberían ser aprobadas antes de obtener nuevos datos.
¿Hacia dónde apuntan las tendencias?
Este análisis de como mejorarán los fundamentos analíticos y estadísticos en los que se basan los protocolos de los ensayos clínicos no parece reconocer los fallos metodológicos que hoy en día afectan el desarrollo de medicamentos y vacunas. El profesor de Stanford Ioannidis ha dejado claro que más del 85% de los ensayos clínicos que se realizan tienen problemas metodológicos.
Por ello que se siga procediendo sin tomar nota de una información tan importante como la que ha avanzado el Dr. Ioannidis no es una buena noticia.
Regulaciones y normas
Finalmente, Abrahamson y sus colaboradores [1] informan sobre las excepciones que se han permitido, pero que ahora están volviendo a su cauce:
Aunque los autores [2] son realistas y nos informan de que: “Algunos líderes de la industria están sugiriendo que algunos cambios observados durante el COVID-19 están aquí para quedarse, catalizando una transformación del panorama regulador general a largo plazo. Los reguladores también han insinuado que se deben usar los aprendizajes para considerar dónde se podrían integrar las flexibilidades en la práctica reguladora futura”.
Conclusión
Las sugerencias que hemos ido haciendo a lo largo del este artículo presentan las consecuencias que podría tener para los humanos el debilitar las exigencias de las agencias reguladoras, las bases teóricas de los ensayos, e incrementar el número de ensayos clínicos en los PMBI. Crea cierta angustia pensar que algunas de las flexibilidades que se han permitido durante la pandemia permanezcan después.
Referencias