Sudáfrica, Colombia y otros países que perdieron en la carrera mundial por las vacunas contra el coronavirus están adoptando una estrategia más agresiva con los fabricantes de medicamentos, y rechazan las políticas que niegan tratamientos baratos a millones de personas con tuberculosis y VIH.
Los expertos lo ven como un cambio en la forma en que estos países tratan a los gigantes farmacéuticos, y dicen que podría desencadenar más esfuerzos para lograr que los medicamentos que salvan vidas estén más ampliamente disponibles.
Durante la pandemia de covid-19, los países ricos compraron la mayoría de las vacunas del mundo rápidamente, dejando pocas vacunas para los países pobres, y creando una disparidad que la Organización Mundial de la Salud tildó de “fracaso moral catastrófico”.
Ahora, los países más pobres están tratando de ser más autosuficientes “porque después de la covid se han dado cuenta de que no pueden contar con nadie más”, dijo Brook Baker, que estudia cuestiones de acceso a los tratamientos en la Universidad Northeastern de EE UU.
En los últimos meses, los activistas han protestado contra los esfuerzos de Johnson & Johnson por proteger la patente del medicamento. En marzo, los pacientes con tuberculosis presentaron una petición al gobierno indio para acceder a genéricos más baratos; al final, el gobierno estuvo de acuerdo en que se podía romper la patente de J&J. Bielorrusia y Ucrania escribieron entonces a J&J, pidiéndole también que retirara sus patentes, pero con poca respuesta.
En julio, la patente de J&J sobre el medicamento caducó en Sudáfrica, pero la compañía la extendió hasta 2027, lo que enfureció a los activistas que la acusaron de lucrar.
Luego, el gobierno sudafricano comenzó a investigar las políticas de precios de la empresa. Había estado pagando alrededor de 5.400 rands (US$282) por tratamiento, más del doble que los países pobres que obtuvieron el medicamento a través de un esfuerzo global Alto a la Tuberculosis (STOP TB).
En septiembre, aproximadamente una semana después de que comenzara la investigación en Sudáfrica, J&J anunció que retiraría su patente en más de 130 países, permitiendo que los fabricantes de genéricos copiaran el medicamento.
“Esto soluciona cualquier idea errónea de que el acceso a nuestros medicamentos es limitado”, afirmó la empresa.
Christophe Perrin, experto en tuberculosis de Médicos Sin Fronteras, calificó el cambio de J&J como “una gran sorpresa” porque la protección agresiva de las patentes ha sido la “piedra angular” de la estrategia de las compañías farmacéuticas.
Mientras tanto, en Colombia, el gobierno declaró el mes pasado que emitiría una licencia obligatoria para el medicamento contra el VIH dolutegravir, sin el permiso del titular de la patente del medicamento, Viiv Healthcare. La decisión se produjo después de que más de 120 grupos pidieran al gobierno colombiano ampliar el acceso al medicamento recomendado por la OMS.
“Colombia está tomando las riendas después de la extrema desigualdad de la covid, y desafiando a una importante farmacéutica para garantizar que su gente tenga acceso a un tratamiento asequible para el sida”, dijo Peter Maybarduk, del grupo de defensa de los consumidores Public Citizen de Washington. Señaló que los activistas brasileños están presionando a su gobierno para que adopte una medida similar.
Aun así, algunos expertos dijeron que hay muchas más cosas que tienen que cambiar para que los países más pobres puedan producir sus propios medicamentos y vacunas.
Cuando se produjo la pandemia de coronavirus, África producía menos del 1% de todas las vacunas fabricadas a nivel mundial, pero utilizaba más de la mitad del suministro mundial, según Petro Terblanche, director gerente de Afrigen Biologics. La compañía es parte de un esfuerzo respaldado por la OMS por producir una vacuna covid utilizando la misma tecnología de ARNm que las vacunas fabricadas por Pfizer y Moderna.
Terblanche estimó que alrededor de 14 millones de personas murieron de sida en África, entre finales de los años 1990 y 2000, cuando los países no podían conseguir los medicamentos necesarios.
En aquel entonces, el gobierno del presidente Nelson Mandela en Sudáfrica finalmente suspendió las patentes para permitir el acceso más amplio a los medicamentos contra el sida. Eso llevó a que en 1998, más de 30 fabricantes de medicamentos a demandarán en los tribunales, en el caso denominado “Mandela contra las grandes farmacéuticas”.
Médicos Sin Fronteras describió el episodio como “un desastre de relaciones públicas” para las compañías farmacéuticas, que retiraron la demanda en 2001 (https://msfaccess.org/1998-big-pharma-versus-nelson-mandela).
Terblanche dijo que la experiencia de África durante la epidemia del VIH ha sido instructiva
“No es aceptable que una empresa que cotiza en bolsa tenga propiedad intelectual que impida salvar vidas y, por lo tanto, veremos que otros países contraatacan”, afirmó.
Desafiar a las empresas farmacéuticas es sólo una parte de garantizar que África tenga igual acceso a tratamientos y vacunas, afirmó Terblanche. Es fundamental contar con sistemas de salud más sólidos.
Si no podemos hacer llegar (las vacunas y los medicamentos) a las personas que los necesitan, no serán útiles”, afirmó.
Sin embargo, algunos expertos señalaron que las propias leyes de propiedad intelectual de Sudáfrica aún no se han modificado lo suficiente, y permiten que las empresas farmacéuticas puedan fácilmente obtener patentes y ampliar sus monopolios.
Mientras que muchos otros países en desarrollo permiten impugnaciones legales a una patente o a una extensión de patente, Sudáfrica no tiene una ley clara que le permita hacerlo, dijo Lynette Keneilwe Mabote-Eyde, una activista que defiende el acceso a la salud y trabaja para la organización sin fines de lucro Treatment Action Group.
El departamento de salud de Sudáfrica no respondió a una solicitud de comentarios sobre la adquisición de medicamentos y las patentes.
Andy Gray, que asesora al gobierno sudafricano sobre medicamentos esenciales, dijo que la reciente decisión de J&J de no exigir que se respete su patente podría estar más relacionada con que las futuras ganancias con el medicamento sean limitadas que con ceder a la presión de los activistas.
“La bedaquilina nunca se venderá en grandes volúmenes en los países de altos ingresos, es el tipo de producto del que les encantaría deshacerse en algún momento, y tal vez ganar una regalía”, dijo Gray, profesor titular de farmacología en la Universidad. de KwaZulu-Natal.
En su informe anual sobre la tuberculosis publicado a principios de este mes [1], la Organización Mundial de la Salud dijo que el año pasado más de 10 millones de personas fueron diagnosticadas con la enfermedad y hubo 1,3 millones de muertes. Después de la covid-19, la tuberculosis es la enfermedad infecciosa más mortífera del mundo, y ahora es la principal causa de muerte entre personas con VIH. La OMS señaló que sólo dos de cada cinco personas con tuberculosis resistente a los medicamentos reciben tratamiento.
Zolelwa Sifumba, una médica sudafricana, fue diagnosticada con tuberculosis resistente a los medicamentos en 2012, cuando era estudiante de medicina, y tuvo que adherirse al tratamiento durante 18 meses, tomando alrededor de 20 pastillas cada día además de inyecciones diarias, lo que la dejó con un “dolor inmenso” y resultó en cierta pérdida de audición. La bedaquilina no se introdujo como tratamiento estándar en Sudáfrica hasta 2018.
“Quería dejar (el tratamiento) todos los días”, dijo. Desde su recuperación, Sifumba se ha convertido en defensora de un mejor tratamiento para la tuberculosis, afirmando que no tiene mucho sentido cobrar altos precios a los países pobres por los medicamentos esenciales.
“La tuberculosis está en todas partes, pero su carga recae en los países de ingresos bajos y medios”, afirmó. “Si los países de bajos ingresos no pueden conseguirlo (el medicamento), ¿cuál es el punto? ¿Para quién lo estás haciendo?”
Referencia