El año pasado, las revistas académicas tuvieron que retractar 10.000 artículos falsos, pero los expertos opinan que esta es solo la punta del iceberg
Científicos han advertido que las revistas científicas están publicando decenas de miles de artículos de investigación falsos, y afirman que este escándalo internacional empeora cada año. La ola mundial de ciencia fraudulenta que arrasa con laboratorios de investigación y las universidades afecta la integridad de la investigación médica, obstaculiza el desarrollo de medicamentos y representa una amenaza para las investigaciones académicas prometedoras.
El año pasado, el número de artículos que retractaron las revistas científicas llegó por primera vez a 10.000. La mayoría de los analistas creen que esta cifra es solo la punta del iceberg del fraude científico [1].
“Es una situación deplorable”, afirma la Profesora Dorothy Bishop, de la Universidad de Oxford. “El volumen de artículos fraudulentos que se publican está creando graves problemas para la ciencia. En muchas áreas, es cada vez más difícil ir aprendiendo y aportando sobre un tema porque no tenemos una base sólida de resultados confiables. Y está empeorando”.
El alarmante aumento en la publicación de artículos falsos surgió de China: allí, si los médicos o científicos jóvenes quieren un ascenso, se les exige haber publicado artículos científicos. Por esa razón, ciertas organizaciones paralelas —conocidas como “fábricas de manuscritos”, o paper mills— comenzaron a suministrar artículos falsos listos para publicar en revistas.
Desde entonces, esta práctica se ha extendido a India, Irán, Rusia, estados de la antigua Unión Soviética y Europa del este: las fábricas de manuscritos envían estudios falsos a un número cada vez mayor de revistas [2], a medida que un número creciente de científicos jóvenes tratan de impulsar sus carreras adjudicándose una experiencia en investigación que no tienen. En algunos casos, han sobornado a los editores para que acepten los artículos, mientras que las fábricas de manuscritos se las han ingeniado para poner a sus propios agentes como editores invitados, quienes permiten que se publiquen montones de trabajos falsos.
“Los editores no están cumpliendo bien con su papel, y los revisores no están haciendo su trabajo: algunos de ellos perciben grandes sumas de dinero”, afirma la Profesora Alison Avenell, de la Universidad de Aberdeen. “Es muy preocupante”.
Por lo general, los artículos que salen de las fábricas de manuscritos se ven normales, pero se basan en plantillas a las que le insertan nombres de genes o de enfermedades de manera aleatoria, junto con cifras y cuadros falsos. Lo preocupante es que estos artículos se incorporan a las enormes bases de datos que utilizan quienes trabajan para descubrir nuevos fármacos.
Otros son más extraños e incluyen investigaciones que no se relaciona con el ámbito de la publicación, por lo que se puede deducir que ese artículo no se ha sometido a revisión por pares. Por ejemplo, la publicación Computational and Mathematical Methods in Medicine (Métodos computacionales y matemáticos en medicina) publicó un artículo sobre la ideología marxista. Otros son notorios por usar expresiones inusuales: algunas se refieren al “peligro en el seno” en lugar de hablar de cáncer de mama y al “padecimiento de Parkinson” en lugar de la enfermedad de Parkinson.
Algunos grupos de vigilancia —como Retraction Watch— han dado seguimiento de este problema y han descubierto que las revistas han retractado artículos, pues se vieron obligadas a actuar cuando se descubría el fraude. Un estudio de Nature [3] reveló que, en 2013, hubo solo 1.000 retractaciones. En 2022, la cifra llegó a 4.000, antes de ascender a 10.000 el año pasado.
De este último total, más de 8.000 artículos retractados se habían publicado en revistas de Hindawi, una filial de la editorial Wiley. Las cifras la han obligado a actuar. “Vamos a cerrar Hindawi: ya comenzamos a integrar plenamente más de 200 publicaciones al catálogo de Wiley”, comentó un portavoz de Wiley a The Observer.
El portavoz añadió que Wiley había identificado cientos de autores defraudadores en su catálogode revistas, así como a quienes figuraban como editores invitados. “Los hemos eliminado de nuestros sistemas y continuaremos tomando medidas proactivas para limpiar el registro académico, fortalecer nuestros procesos de integridad y aportar soluciones en diferentes sectores de esta industria”.
Pero Wiley insistió en que no podían solucionar esta crisis por sí solos, un mensaje que replicaron otras editoriales que afirman que las fábricas de manuscritos los tienen rodeados. Sin embargo, los académicos mantienen la prudencia. El problema es que, en muchos países, a los académicos se les paga según el número de artículos que hayan publicado.
“Si cada vez hay más investigadores a quienes se ofrece buenos incentivos para que publiquen, solo por el hecho de publicar, y a la vez hay cada vez más revistas que ganan dinero publicando esos artículos, lo que se obtiene es una tormenta perfecta”, afirma el Profesor Marcus Munafo, de la Universidad de Bristol. “Es exactamente lo que tenemos ahora”.
La ivermectina, un antiparasitario, es un ejemplo del daño que provoca la publicación de investigaciones deficientes o manipuladas. Los primeros estudios de laboratorio indicaron que la ivermectina se podría usar para tratar la covid-19: la aclamaron como un medicamento milagroso. No obstante, con el tiempo se descubrieron indicios claros de que se trató de un fraude, y las autoridades médicas se han negado a avalar su uso para esta indicación.
Jack Wilkinson, de la Universidad de Manchester, comentó que “el problema fue que los antivacunas usaron la ivermectina para decir: ‘No necesitamos vacunarnos porque tenemos un medicamento milagroso’. Pero muchos de los ensayos clínicos que apoyaban esos argumentos no eran reales”.
Wilkinson añadió que él y sus colegas estaban tratando de desarrollar protocolos que los investigadores pudieran aplicar para revelar la autenticidad de los estudios que citarían en sus propios artículos. “Durante la pandemia hubo grandes avances, pero también se publicó una gran cantidad de investigaciones basura. Necesitamos métodos para identificar los datos deficientes desde el comienzo”.
El Profesor Malcolm MacLeod, de la Universidad de Edimburgo, también enfatizó los peligros que encierran las fábricas de manuscritos y la investigación manipulada. “Si yo, como científico, quiero verificar todos los artículos sobre un fármaco específico, para tratar cánceres o ictus, me resultaría muy difícil evitar los falsos. Se está contaminando a la ciencia con material fraudulento. Nos enfrentamos a una crisis”.
Bishop está de acuerdo con este punto: “Hay personas que están construyendo sus carreras sobre estas olas de ciencia fraudulenta y que podrían acabar dirigiendo instituciones científicas y, al final, incluso llegar a ser revisores o editores en publicaciones muy difundidas. La corrupción se está instalando en el sistema”.
Referencias