Ética
Desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció a principios de este año que la covid-19 es una enfermedad mortal y pandémica, diversos grupos de investigación científica iniciaron una carrera contra reloj para entender de qué se trata.
Sin embargo, la premura por ser el primero, la competencia interna o la presión por obtener resultados que experimentan algunos científicos ha dado a pie a que un puñado de información sobre ésta enfermedad se haya vuelto poco fiable, al menos, entre los especialistas, ya que actualmente se suman hasta 33 retractaciones.
“El número de retractaciones sobre covid-19 son 33, parecen demasiadas, pero hay miles de artículos científicos que analizamos”, señala Ivan Oransky, presidente de la Asociación de Periodistas de la Salud en Estados Unidos y cofundador de The retraction watch data base, una organización que se dedica a analizar las publicaciones científicas y a reportar aquellas con contenido erróneo.
Una retractación científica, sucede cuando una revista especializada o en su defecto, el autor de una investigación, retiran un artículo cuya información se ha comprobado que es falsa, plagiada, redundante o que tiene fallas en los análisis.
Esto puede suceder por errores involuntarios, como malas interpretaciones de la información. Pero también, existen casos de mala fe, “es decir, un fraude, se modificó un dato o una figura para hacerlo más significativo, o en dado caso, por la presión de conseguir resultados llamativos”, añade Ricardo Tapia Ibargüengoytia investigador emérito en el Instituto de Fisiología Celular de la UNAM y cofundador del Colegio de Bioética A.C.
Es importante saber cuándo una publicación científica se retracta, particularmente cuando se trata de la salud pública o del desarrollo de medicamentos, ya que los tomadores de decisiones, usualmente, se basan en artículos especializados, sostiene Ivan Oransky.
“La política de medicamentos se basa en los tratamientos, los cuales a su vez se sustentan en documentos científicos, ya sabes, ensayos. Eso es bueno, pero nadie debería basarse en un sólo artículo”, añade al ser entrevistado.
Por ejemplo, recientemente la revista médica Lancet y el New England Journal of Medicine se retractaron apenas en junio de este año, ya que publicaron el estudio “Hidroxicloroquina o cloroquina con o sin un macrólido para el tratamiento de covid-19: un análisis de registro multinacional” señalando que ese medicamento se podía utilizar como tratamiento contra la covid-19.
Sin embargo, al realizar una revisión independiente, se encontró que los datos y análisis de la empresa estadunidense y coautora del estudio, Surgisphere Corporation, carecían de veracidad.
Después, derivado de esa revisión independiente, el pasado 17 de junio, la OMS anunció la interrupción de este tratamiento en un ensayo clínico internacional llamado “Solidaridad”, ya que la hidroxicloroquina no reduce la mortalidad en los pacientes hospitalizados por covid-19.
“Cuando el error tiene un carácter público toda la población es afectada, como pasó con la hidroxicloroquina, la cual el presidente de Estados Unidos (Donald Trump) dijo que era ‘maravillosa’ y que ‘curaba la covid-19’, eso lo divulga y afecta a la sociedad, por eso el artículo que salió se tuvo que retractar”, comenta al respecto Tapia.
De acuerdo con la organización The retraction watch database, hay al menos 33 artículos científicos sobre covid-19 que se han retractado. El más viejo del que se tiene conocimiento es del 31 de enero y el más reciente, apenas de hace unas semanas, del 14 de septiembre de este año.
Sin embargo, ese número no es ni siquiera el 1% de todas las investigaciones que hay sobre el nuevo coronavirus, pues la empresa de análisis de datos Primer estima que hay aproximadamente 62.908 investigaciones, la mayoría relacionadas con atención médica, ensayos, monitoreos, pronósticos, vacunas, transmisión de la enfermedad, entre otras.
El cofundador de The retraction watch data base, no considera que las retractaciones sean peligrosas y tampoco que sean el problema, “creo que hay más daño cuando no las hay; la velocidad y la falta de rigor es en lo que deberíamos estar pensando en términos de investigación sobre covid-19”.
Parece que a la par de que la pandemia de covid-19 avanza por el mundo, dejando cada día miles de muertos, hay paralelamente otra pandemia que hasta ahora ha permanecido en la obscuridad: la de los estudios fraudulentos.
Sobre esto, Ricardo Jorge Dinis-Oliveira, especialista en salud pública y ciencias forenses de la Universidad de Porto en Portugal, señala que “el síndrome respiratorio agudo severo coronavirus 2 (SARS-CoV-2) ha desencadenado otra pandemia viral paralela, con una ciencia que va desde estudios sólidos hasta estudios deshonestos que se realizan, publican y comparten a un ritmo sin precedentes”.
En el artículo “Investigación de COVID-19: pandemia versus ‘paperdemic’, integridad, valores y riesgos de la ‘ciencia de la velocidad’”, el investigador Ricardo Dinis añade que “se necesita un equilibrio entre los beneficios del acceso rápido a nuevos datos científicos y la amenaza de causar pánico o decisiones clínicas erróneas basadas en errores o mala conducta”.
Las retractaciones en la ciencia son poco comunes, de hecho, el especialista Iván Oransky estima que usualmente hay 4 por cada 10.000 estudios.
“Sobre las 62.000 publicaciones que hay sobre covid-19 nosotros esperaríamos ver 25 (retractadas), aunque reportamos 33, estadísticamente hablando no es muy significativo, y la mayoría son por errores en los procedimientos o métodos”, relata.