Un ensayo clínico de la Universidad de Pittsburgh sobre los efectos de la vitamina D en niños con asma ha sido criticado por problemas éticos.
El ensayo Vit-D-Kids, con una muestra de 400 niños, pretendía estudiar si las dosis muy altas de vitamina D podían ayudar a los niños con asma grave. Los niños del grupo control recibieron sólo un placebo y nada de vitamina D; los niños del grupo experimental recibieron una dosis alta de Vit D.
Bruce Davidson, investigador en neumología y cuidados críticos en Seattle, que ayudó a realizar un estudio similar con niños en Qatar, pensaba que no era ético no dar vitamina D a los niños, que a menudo eran niños pertenecientes a minorías que residían en barrios pobres. Los investigadores, dijo, deberían haber comparado los niveles de mantenimiento de vitamina D con los niveles altos.
Pero Alan Fleischman, un bioéticista de la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York, dijo a Pittsburgh Post-Gazette hace un par de años que si bien administrar un suplemento de vitamina D a los niños con niveles bajos los ayudaría, según la regulación federal, darles un placebo sin vitamina D no es una violación ética. “Un ensayo con placebo es ético cuando a los niños no se les pide que renuncien a algo”, dijo. Darles un placebo “no aumenta el riesgo de que los niños no reciban un fármaco activo”.
La polémica no ha desaparecido, aunque el ensayo se ha cancelado. La revista Science [1] ha publicado un extenso artículo en el que discute nuevas perspectivas sobre las cuestiones éticas.
“Las ventajas para la sociedad de este ensayo, debido a sus problemas de diseño, probablemente fueron nulas. Y los riesgos superaron a los beneficios”, dijo a Science Charles Natanson, médico y experto en diseño de ensayos que trabaja en el Centro Clínico de los NIH. “Este ensayo, en mi opinión, no cumplió con los estándares establecidos en The Belmont Report” (un documento de 1979 que estableció estándares para la investigación en seres humanos).
Jill Fisher, de la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, se quejó de que el ensayo era un ejemplo de “racismo estructural” porque los niños pertenecientes a minorías ya estaban en riesgo de tener deficiencia de vitamina D. “No deberíamos decir: ‘Es lamentable que existan estas disparidades nutricionales y de salud, pero responde a los intereses de la ciencia, que consisten en tener ensayos controlados con placebo’”, dijo a Science.
El tema central de la controversia es la “atención habitual”. Ello es un ejemplo de cómo aumenta el número de estudios en humanos que rechazan de manera inapropiada que los grupos control reciban la “atención habitual”, es decir los mejores tratamientos que los médicos utilizan en la práctica clínica. Para obtener resultados convincentes, muchos investigadores prefieren que los diferentes brazos del ensayo clínico reciban tratamientos muy divergentes. Pero comparaciones tan extremas impiden que los médicos sepan si el nuevo tratamiento es mejor o peor que la atención habitual.
“Es simplemente sentido común”, dice Charles Natanson, médico y experto en diseño de ensayos en el Centro Clínico de los Institutos Nacionales de Salud (en inglés NIH). “¿Por qué estudiar dos tratamientos en un ensayo que nadie hace fuera del ensayo?”
Michael Cook es editor de BioEdge
Referencia
Nota de Salud y Fármacos. El artículo de Science aporta bastantes más detalles y pone en evidencia la presencia de conflictos de interés y el fracaso en proteger a los participantes de los ensayos clínicos de los NIH, las revistas revisadas por pares, los centros de investigación, y los CEIs. Entre los detalles que explica Science se encuentran los siguientes puntos:
Hace años que los investigadores sospechan que la vitamina D es esencial para el crecimiento de los huesos y para el desarrollo saludable de los niños, y también actúa como inmuno-modulador, tanto en los niños como entre la población adulta.
Este estudio estaba financiado por el National Heart, Lung and Blood Institute, quién otorgó US$4,3 millones, y también contó con el apoyo de una empresa productora de vitaminas y de la industria farmacéutica.
Todos los niños inscritos en el estudio eran asmáticos y tenían niveles bajos o deficiencia de vitamina D, la mayoría eran negros y miembros de otras minorías que residían en el área urbana.
Los niños asmáticos que reciben tratamiento con corticosteroides tienen mayor riesgo de tener problemas de crecimiento y problemas de los huesos, y la deficiencia de vitamina D aumenta su riesgo de fracturas. Sin embargo, las formas de consentimiento informado para los padres no informaban sobre estos riesgos, además eran demasiado complejas y confusas.
Los siete CEIs que aprobaron el estudio dijeron que los riesgos del estudio eran mínimos, y que las pruebas para detectar la deficiencia de vitamina D no se hacen de forma rutinaria. Es decir, de no haber sido por el ensayo, no se hubiera sabido que los niños tenían una deficiencia de vitamina D.
Al menos nueve niños, en ambos brazos del estudio, se rompieron algún hueso durante el ensayo, casi el doble de lo que se espera en los niños asmáticos durante el mismo periodo de tiempo. Estas fracturas no se informaron como posibles eventos adversos en la publicación en JAMA de los resultados de este ensayo, ni en el resumen de resultados que se publicó en el registro de ensayos clínicos.
El ensayo se interrumpió tras comprobar, en un análisis preliminar, que la vitamina D no prevenía los ataques de asma, sin embargo, los investigadores mantuvieron a algunos niños en el grupo placebo durante seis meses adicionales.
El ensayo comparó a los niños que no recibieron el tratamiento adecuado, con niños que recibieron cantidades excesivas de vitamina D (4000 unidades diarias, siete veces la dosis diaria recomendada) y algunos llegaron a tener niveles en sangre superiores a 100 ng/ml. Las guías del NIH dicen que los niveles superiores a 50ng/ml pueden ser peligrosos, y algunos estudios han sugerido que los niveles altos se asocian a algunos tipos de cáncer, a problemas cardiovasculares y aumentan el riesgo de muerte.
Cuando JAMA publicó los resultados del estudio se negó a publicar las cartas de los eticistas que criticaban la metodología.