Un grupo de expertos de la Society for Healthcare Epidemiology of America (SHEA) publicó la semana pasada una declaración sobre las formas de mejorar el uso y la administración de los antibióticos durante las pandemias y brotes de enfermedades infecciosas.
La declaración [1], publicada en Infection Control & Hospital Epidemiology, aborda el uso inadecuado y generalizado de antibióticos durante la pandemia de covid-19. El punto álgido del uso innecesario de antibióticos ocurrió durante las primeras fases de la pandemia, cuando los hospitales estaban inundados de pacientes graves, las pruebas de diagnóstico no estaban disponibles o tardaban varios días en devolver los resultados, no había tratamientos disponibles y los profesionales de la salud querían hacer algo para ayudar.
La situación ha mejorado desde entonces, las pruebas son más fiables, los tiempos de respuesta más rápidos y hay pautas de tratamientos que limitan el uso de antibióticos en los pacientes con covid-19. Cuando se prescriben antibióticos de forma empírica por la preocupación por las coinfecciones bacterianas, se descontinúan rápidamente.
Sin embargo, el número de casos en los que se inicia la administración de antibióticos sigue siendo elevado, y se teme que la prescripción excesiva de antibióticos a los pacientes con covid-19 sea uno de los factores contribuyentes al aumento de las infecciones hospitalarias multirresistentes [2].
Pero la declaración no es tanto una crítica al mal uso de los antibióticos durante la pandemia como un reconocimiento de los retos que plantea la covid-19 y la dificultad que experimentaron los profesionales de la salud para no utilizar antibióticos en un entorno de mayor enfermedad e incertidumbre. También es un intento de establecer guías basadas en la evidencia sobre cómo los sistemas de salud y los programas de gestión de antibióticos (ASP) deben reaccionar durante la próxima emergencia de salud pública producida por una enfermedad respiratoria viral, dice el autor principal.
“Lo que intentamos decir es que hay principios basados en la evidencia que se pueden seguir… y creemos que estos principios se pueden aplicar a la próxima epidemia viral respiratoria”, dijo a CIDRAP News la doctora Tamar Barlam, directora de Gestión de Antimicrobianos del Centro Médico de Boston y presidenta del Comité de Administración de Antimicrobianos de la SHEA.
Un “umbral bajo” para el uso de antibióticos
El elevado uso de antibióticos que se observó durante los primeros meses de la pandemia es ciertamente comprensible, afirma Barlam. Los hospitales estaban desbordados de pacientes gravemente enfermos, con una nueva y misteriosa enfermedad respiratoria, y poco se podía hacer por ellos. Los médicos querían desesperadamente hacer algo por estos pacientes, muchos de los cuales se presentaban con neumonía bacteriana. Además, los medios de comunicación informaron que la azitromicina podría ser eficaz.
Todos estos factores contribuyeron a establecer un “umbral bajo” para la iniciación de tratamiento con antibióticos, escriben Barlam y sus colegas.
“Si recordamos eses inicios, no había vacunas, no había tratamientos. No estaba claro si algunos de los tratamientos podrían ser útiles”, dijo. “Y en muchos sentidos, dar un antibiótico es más fácil que tener que pensarlo realmente”.
Pero incluso cuando las pruebas empezaron a ser más fiables y los pacientes llegaban con los signos clásicos de covid-19, la prescripción de antibióticos se convirtió en una reacción casi “instintiva”, y algunos pacientes recibieron medicamentos de amplio espectro que son más apropiados para las infecciones hospitalarias.
“Tratar a alguien que estaba básicamente sano hasta que contrajo covid como si tuviera una neumonía hospitalaria… no era apropiado”, dijo Barlam. “Pero se hacía continuamente”.
Otro factor que estaba presente al principio de la pandemia, y que ha seguido impulsando el uso de antibióticos en los pacientes con covid-19, es la preocupación por las coinfecciones bacterianas, especialmente en pacientes de edad avanzada con otras morbilidades. Pero Barlam y sus colegas señalan que los estudios han demostrado que sólo entre el 3,1% y el 5,5% de los pacientes con covid-19 tienen coinfecciones bacterianas.
Para evitar este tipo de uso de antibióticos en futuros brotes respiratorios víricos, la declaración de la SHEA recomienda en primer lugar que los profesionales de la salud limiten la inicio de tratamiento con antibióticos cuando exista una “alta probabilidad antes de hacer la prueba” de que se trate de una infección vírica, incluso en los casos en los que no se disponga de un diagnóstico preciso.
“No hay evidencia de que los antibióticos de rutina sean necesarios para las pandemias virales respiratorias en pacientes que no muestran signos claros de coinfección bacteriana”, dice la declaración.
La declaración continúa diciendo que los proveedores de servicios de salud pueden realizar pruebas de marcadores inflamatorios, como la proteína C reactiva o las pruebas de procalcitonina, pero que esos marcadores no se deben utilizar como base para la iniciación de los antibióticos porque pueden no ser indicativos de una infección bacteriana o fúngica.
Barlam y sus colegas reconocen que es importante que los proveedores identifiquen a los pacientes que pueden requerir el inicio de tratamiento con antibióticos -como los que tienen síntomas de neumonía bacteriana u otra coinfección bacteriana- y que hagan un seguimiento con pruebas microbiológicas para confirmar la infección y ajustar la terapia antibiótica en consecuencia. Sin embargo, advierten que no hay que abusar de las pruebas diagnósticas cuando no hay signos de coinfección bacteriana.
El papel de la gestión
Por último, la declaración de la SHEA hace hincapié en el importante papel que pueden desempeñar los programas de gestión de antibióticos en futuros brotes o pandemias, no sólo en lo que respecta a la elaboración de guías de tratamiento y la supervisión del uso adecuado de los antibióticos. Ante la incertidumbre clínica, los programas de gestión de antibióticos también pueden proporcionar asesoría y apoyo a los médicos y, como han hecho durante la pandemia de covid-19, ayudar a evaluar y aplicar otros regímenes de tratamiento.
“La gestión es en realidad parte de una respuesta de emergencia”, dijo Barlam.
Barlam sabe que siempre que se produzca un brote vírico o una pandemia, es probable que vuelvan a surgir los problemas observados durante la covid. Pero espera que la declaración establezca claramente los pasos, basados en la evidencia, que los proveedores deben dar para minimizar el uso innecesario de antibióticos en ese caso.
“Creo que sabemos que si hay otro gran brote, vamos a tener que reforzar y reeducar y proporcionar orientación”, dijo. “Pero siempre es bueno exponerlo de manera que se use un léxico común con el que se pueda trabajar”.
Referencias