Vilaweb, 10 de mayo de 2020
Entrevista al profesor emérito de farmacología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) sobre los fármacos que se están estudiando para tratar el Covid-19
https://www.vilaweb.cat/noticies/entrevista-joan-ramon-laporte-medicament-coronavirus/
¿Qué podría costar un fármaco para curar el Covid-19? ¿Se puede impedir que le otorguen una patente y lucre el sector privado? ¿Hay algún medicamento eficaz? En la actual crisis del COVID-19, estas preguntas son recurrentes. Conversamos con Joan-Ramon Laporte (Barcelona, 1948), profesor emérito de Farmacología de la UAB y vocal de la Fundación Instituto Catalán de Farmacología en busca de posibles respuestas.
-Empecemos con un medicamento que estos días ha acaparado mucha atención mediática, el remdesivir. Tras el estudio de los Institutos de Salud de EE UU (NIH), la OMS lo ha calificado como ‘rayo de esperanza’. ¿Qué os parece?
-La OMS? Vaya, sí que están bajos de moral [risas]. Las noticias sobre el remdesivir son una montaña rusa. Un día son buenas y al día siguiente es lo contrario. Esto suele ocurrir con los medicamentos nuevos cuando se someten a ensayos clínicos.
– ¿Por qué?
-Los ensayos tienen objetivos muy precisos y, por tanto, se diseñan con una intencionalidad concreta. Por ejemplo, se define qué tipo de paciente debe participar, si debe estar grave o no, si solo debe tener Covid u otras patologías … Todas estas cosas explican las diferencias entre estudios que utilizan el mismo fármaco. Con remdesivir, hasta ahora sólo ha habido un estudio positivo, este que mencioné de los NIH y que tanta propaganda ha hecho la administración de Donald Trump.
–También han participado hospitales catalanes.
-Sí, pero esto no te garantiza nada. La participación de un hospital en un gran ensayo de una multinacional se reduce a reclutar pacientes. Es decir, lo que la ley dice que es un investigador, en realidad no es investigador, es un mensajero del laboratorio que busca pacientes para el ensayo. El que los pacientes sean catalanes o franceses no afecta.
– ¿Qué le parece que se hayan divulgado los datos preliminares después de que la OMS filtrara el resultado de un estudio chino que cuestionaba la utilidad del remdesivir?
-Cada uno lo puede interpretar como quiera [risas].
-Y como lo interpreta Ud?
-Cuando se hizo el anuncio, el presidente Trump ya hacía días que no hacía conferencias de prensa porque en la última había recomendado inyectarse lejía. El anuncio lo hizo Anthony Fauci, que aparte de ser un científico prestigioso, es el director de uno de los Institutos de los NIH y, por tanto, cumple órdenes de la Casa Blanca. No puedo descartar, en una administración tan loca, que le mandaran poner una cortina de humo.
– ¿Qué quiere decir?
-Este señor se presentó más como un promotor, un vendedor ambulante o un charlatán que como un científico. Él no presentó los datos de un ensayo clínico, salió con un resumen de diapositivas de PowerPoint donde había datos preliminares y no contrastados. Sólo dio el resultado de la variable principal, que el remdesivir podría acortar la duración de la enfermedad, y al final añadió: “ah, por cierto, también parece que reduce la mortalidad. Pero este no era el objeto del ensayo”.
-Pero la gente dirá que esto es una buena noticia.
-Aparentemente es una buena noticia, pero ahora mismo no es más que una hipótesis. El ensayo no pretendía responder esa pregunta. La diana se coloca en un punto determinado de la pared. Si tiras un dardo y termina en otro lugar, no tienes el derecho de dibujar una diana alrededor y decir que has acertado. Por lo tanto, si construyes un ensayo clínico para ver si el remdesivir acorta la enfermedad, no me salgas con datos preliminares diciendo que se muere menos gente.
– ¿Qué confianza le merecen estos resultados preliminares?
-De momento poca, y cada día que pasa me merecen menos. El anuncio se hizo el viernes pasado y aún no se ha divulgado información detallada sobre los efectos indeseados que ha causado el fármaco. Por lo tanto, esto no es ninguna noticia, quizás lo será en algún momento, pero ahora es publicidad de Gilead, sin lugar a dudas, y también del Departamento de Salud de Estados Unidos, que después de lo de la lejía debía aparentar seriedad.
-Bloomberg ha publicado que un tratamiento de diez días con remdesivir, como el utilizado en el ensayo, podría costar unos US$4.500.
-Es mucho dinero. Pero ahora mismo no sabemos el valor real del remdesivir. No digo que el remdesivir no sirva para nada, digo que aún no sabemos si sirve para algo. Ya es bastante complicado hablar del precio de un fármaco cuando sabes el valor terapéutico, imagínate si no lo sabes.
-Gilead ya está sacando rédito en la bolsa.
-Las farmacéuticas multinacionales cada día están más preocupadas por los beneficios financieros de sus capitales en lugar de por la investigación de nuevos fármacos.
–Me anima mucho todo esto me está diciendo
-No es nada nuevo, yo hace muchos años que lo denuncio [risas]. Sucede que ahora estamos frente a una enfermedad seria, y nos hacemos más preguntas y lo encontramos preocupante.
-Repasar el historial de Gilead y ver historias como la del Tamiflu hace sufrir un poco.
-El Tamiflu fue un auténtico fiasco como fármaco, pero un negocio muy lucrativo. De todos modos, no es el único fármaco de la cartera de Gilead que ha llamado la atención. En 2013 comenzó a comercializar el sofosbuvir, un antivirus de nombre comercial Sovaldi, que sirve para curar la hepatitis C. ¿Sabe qué precio le pusieron a un tratamiento de doce semanas con una pastilla diaria?
-Dígamelo.
-US$84.000 dólares. El problema del negocio es que el sofosbuvir cura, y la industria farmacéutica prefiere fármacos que ni curan ni matan, sino que te controlan la enfermedad. Por lo tanto, US$4.500 para tratar el Covid con remdesivir es mucho dinero, pero las farmacéuticas prefieren venderte fármacos que tienes que tomar cada día, tales como pastillas para el colesterol. El negocio no dura diez días o doce semanas, dura años.
-Como se puede garantizar que el medicamento o la vacuna contra el actual coronavirus sea accesible para todo el mundo?
-Primero, debemos generar conciencia y movilización social en contra de la especulación con la salud y la vida del ser humano. Lo que quizás hasta ahora ha sido muy moderado porque jugábamos con el colesterol, la osteoporosis … Jugábamos con cosas que no son enfermedades, pero ahora ya no. Ahora tenemos una amenaza real y buscamos medicamentos y vacunas que salven vidas. Y esto debe ser de propiedad pública, no hay otra salida. El 80% de la financiación de este tipo de investigaciones es con fondos públicos, por lo tanto, deben ofrecer un retorno a la sociedad. Pero eso no es todo.
– ¿Qué más?
– La movilización política y social también debe ir acompañada con otras acciones como las que hace la Coalición para las Innovaciones en Preparación para las Epidemias (CEPI, en inglés), que es una fundación público-privada con sede en Oslo, que se dedica a financiar los proyectos más prometedores sobre la Covid-19. Si lo dejamos todo en manos privadas, nos engañarán seguro. Si hay resultados, se necesitan mecanismos para exigir un retorno. Y esto, en este país, no ha sido siempre así.
– ¿Qué quiere decir?
-Aquí se han dado dinero público para crear centros de investigación y para atraer investigadores que vivían en Estados Unidos con la excusa de que se devolvían los cerebros que se habían fugado. Pero esta gente no venía sola, bajo el brazo llevaban su proyecto de Amgen, Biogen o de cualquier otra biotecnológica. Y ¡nadie preguntaba nada! Esto no puede ser. El Departamento de Salud, en la época de Marina Geli, llegó a poner 400 millones en proyectos de investigación, que no han aportado nada a la sociedad.
– …
-Se querían colgar la medalla de repatriar cerebros. Pero si repasamos la que llegó a costar …
–Volvamos al coronavirus. ¿Qué opina de este esfuerzo internacional que ha encabezado la Comisión Europea y que ha recaudado más de 7.400 millones de euros para hacer investigación?
-Supongo que quien más ponga más se aprovechará de las posibles patentes y, por tanto, más barato le saldrá la vacuna o el fármaco. Alemania y Francia pusieron unos 500 millones y España 125 … Pero esto sólo es una inversión, no es garantía de nada. La vacuna se puede acabar descubriendo en China o lo puede hacer una empresa norteamericana.
– De hecho, Estados Unidos, China, Rusia e India no hicieron ninguna aportación.
-Tienen sus propios proyectos.
-Antes hemos hablado de precios, pero ¿cuánto se puede tardar en fabricar un medicamento para que esté disponible a escala mundial?
-Si se demuestra que un medicamento protegido por patente, sea el remdesivir o cualquier otro, es eficaz, quiero creer que no se respetará esta patente. De hecho, estoy seguro de que en la India o donde sea se empezará a fabricar un genérico a precio de coste. Y entonces en la Unión Europea tendremos un reto político para ver si los estados compran el fármaco con patente o bien se decantan por el genérico o, incluso se lanzan a fabricarlo, porque es completamente factible. El Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), que es el tratado internacional que regula las patentes de los medicamentos, dice muy claramente, desde la revisión que se hizo en la conferencia de Doha (2001), que en caso de emergencia sanitaria los gobiernos pueden otorgar una licencia obligatoria. Es decir, los gobiernos pueden encargar a un fabricante de genéricos que fabrique el medicamento a un precio de coste más un beneficio aceptable y normal.
-¿Y eso a que equivaldría?
-Podrían ser unas decenas de dólares, como mucho, unos pocos cientos. En el caso del sofosbuvir, un grupo de la Universidad de Liverpool calculó que el precio de coste oscilaba entre los 80 y 100 dólares, mientras que Gilead, como he dicho, lo sacó al mercado por 84.000.
– Qué margen …
-El mejor de todo es que el medicamento no lo descubrió Gilead, sino una compañía más pequeña, también estadounidense, que se llamaba Pharmasset. El jefe de esta compañía explicó que el desarrollo del sofosbuvir, aunque era difícil de calcular, le había costado entre US$50 y 80 millones. Pues bien, Gilead, para comprar el medicamento, compró toda la empresa por US$11.200 millones. Sólo en el primer trimestre del año siguiente, facturó US$14.000 millones con sofosbuvir. Teniendo en cuenta que el precio de fabricación es muy bajo, en un trimestre recuperó la inversión.
-Hemos hablado mucho del remdesivir, pero ¿qué me puede decir de la hidroxicloroquina?
-Todavía no ha demostrado en los ensayos clínicos que tiene una eficacia demostrada y, sin embargo, la han incluido en los protocolos de tratamiento de muchos hospitales de Cataluña. Esto me preocupa.
– ¿Lo puede explicar más?
– Os pondré un ejemplo que he vivido de cerca. Hace poco, ingresaron una amiga mía en un hospital porque había tenido un ictus, pero en la historia clínica pusieron que era un caso sospechoso de Covid-19 y le pautaron hidroxicloroquina. Esta amiga, por el hecho de haber tenido un ictus, tiene una enfermedad cardiovascular y el corazón delicado, por tanto, la hidroxicloroquina está completamente contraindicada porque la puede matar. Y sin embargo, se la dieron.
-Podría ser un error humano puntual.
-Poner medicamentos en protocolos de tratamiento, fuera de los ensayos clínicos, que no tienen eficacia demostrada, es un crimen. Toda la historia de la farmacología demuestra que, cuando se ha hecho, ha habido más muertes que vidas salvadas. Y eso pasa ahora mismo en Cataluña. Aparte de que pueda ser efectiva o no, la hidroxicloroquina es peligrosa y no está desprovista de efectos indeseados. Y por lo tanto, antes de utilizarla, hay que saber si puede servir de algo.
– En una entrevista con VilaWeb, el doctor Bonaventura Clotet decía que era un fármaco seguro.
– La hidroxicloroquina, y más si se administra con el antibiótico azitromicina, que también se ha incluido en algunos protocolos, puede alargar el intervalo QT y causar una arritmia ventricular mortal, una muerte súbita. Esto es un desastre. Insisto, antes de administrar hidroxicloroquina y azitromicina, se debe demostrar en ensayos clínicos que son eficaces. No se debe tratar el virus como sea, se debe tratar al paciente. Primum non nocere, primero no hacer daño, luego ya curaremos.
-Y ¿no será demasiado tarde?
-Hay que ir probando hasta que se encuentra la manera. Se ha hecho siempre con todas las enfermedades, pero respetando el método científico. El problema es que ahora hay esta preocupación general por la Covid, y cualquier estudio o cualquier dato preliminar se convierte en noticia. Y no, esto sólo son gotas en una mar inmensa.
-Algunos investigadores se escudan en la urgencia del momento para divulgar datos preliminares de sus estudios.
-Me parece una falta de ética. Que lo haga un político nos parece mal, pero que lo haga un médico o un hospital, es horrible. Esto revela un problema que no es de ahora, de la pandemia, sino que es de hace tiempo. Aquí en nuestro país es algo flagrante. Tenemos un par de hospitales que cada día se esfuerzan por salir en los medios de comunicación explicándonos que tienen algo nuevo para el cáncer o para cualquier cosa que le preocupa a la gente.
– ¿Qué hospitales?
– Te los puedes imaginar. Los grandes, vaya. Es todo un mecanismo perverso. Tienen unas personas pagadas para sacar cada día noticias en la prensa. Vamos así. Los contratan para mejorar el prestigio y la imagen del hospital. Esta es una manera de pervertir la ciencia, la investigación y la atención médica. Esta gente, quiero decir los departamentos de comunicación de los hospitales, por definición, mienten o al menos deforman la realidad. No nos cuentan nunca una mala noticia de su hospital. No nos dirán cuántas personas han muerto por un efecto indeseado o por un error médico.